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Puedes quedarte en el título, puedes escuchar el EP o puedes descubrir la reveladora frase que hay en la contraportada de la edición en vinilo. Desde que descubrimos «Mandarinas», la primera canción de Ni un paso atrás (Aloud Music, 2024), nos quedaba claro que la distancia era algo que estaba marcando a Pinpilinpussies. Esos más de 600 kilómetros que separaban a Ane y a Raquel no se solventaban con los miles de mensajes y llamadas que se pueden intercambiar dos buenas amigas.
Había que ir más allá, con aquello que las unía: componer. Crear canciones que llenaban de sensaciones, de emociones personales que evolucionaban con el tiempo, con las que probarse como creadoras, más allá de lo que saben que les funciona.
El espíritu rockero de Pinpilinpussies está ahí, continúa, pero ¿por qué no entremezclarlo con otro género, hacerlo propio? Todo era cuestión de desmontar un estilo aparentemente dulce como el pop y probar algunas de esas piezas de otra manera. El resultado es un experimento en el que el rock persiste y hace de sus coqueteos con el pop algo salvaje, rabioso.
Porque Ni un paso atrás se revuelve contra el conformismo, contra esas situaciones cotidianas que se repiten y que nos ahogan, contra la engañosa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pinpilinpussies se plantan: ya no hay espacio para no escuchar(se), para rehuir del contacto humano, de los amigos; es el momento de reivindicarse, de estallar y no pedir perdón como cantaban en la contundente «47 segundos»
